Odio el grito
Odio el grito, lastima los oídos de la almita. El grito
asusta cuando de repente violento en el simplón vacío del silencio, ya tan
hartamente descrito, nace el canalla. Tocan la puerta, realmente y como
siempre, de forma común, no de forma literaria. Alguien habló y dijo algo que
no escuché, sordo por el ruidajo muchas veces molesto de la almita. Descripción
del presente que siempre ocurre, que llena hojas y hojas, sombras y sombras.
Hojas de flor desnuda, sombras que terminan en la misma pregunta. El trip que
se repite y se repite, el rato de a cada rato de la vida, momento de seguridad
e inseguridad. Agosto. Escepticismo: la suave cama de la vida. La última
respuesta del coraje de los dewterministas. Serios, viejos, no ven ya hacia
ninguna parte. “ya no dijeron”, aplicaron la de “hasta aquí llegamos”, “de aquí para allá no avanzamos”… Mar
invisible de grillos, infinitas opciones auditivas, palabra de la noche, nunca
dice nada malo su negro misterio que aunque oscuro, está bastante iluminado,
plateado. El día es de oro y la noche es de plata. El sol es el frío de ocho
horas de oro que llena de plata la distancia en el universo. Las estrellas
escogieron vivir en un espacio negra para alcanzar a verse unas a otras, para
ver que no están solas. El problema con nosotros es que no podemos ver nada
porque somos más lentos que la luz.
Etiquetas: Radio Madrugada II
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