lunes, 31 de agosto de 2009

Camino de un sueño

Estaba temblando muy fuerte. El bebé que más había visto temblar. Rojo. No puedo usar más palabras para describirlo. Y no es que no existan las palabras adecuadas, es solo que yo no puedo. Quizás porque siempre, no se por que, escribo el presente en pasado. A lo mejor es por necromancia. Pero los muertos no me contestan. En fin, el bebé estaba temblando, rojo, muy muy rojo. Estaba seguro de que toda la realidad y su voluntad eran la misma cosa. Un ser que aún no llega más allá del yo. Sabe de la utilidad del ceder aunque no es algo que siempre esté dispuesto a practicar.

Ese es el gran instante, la parte importante del regalo universal: el infinito para el individuo.

Luego está la otra parte, la de la devolución.

Es pagar por lo que ya se disfrutó. Ahora hay que proteger, a lo nuevo, que siga el disfrutar total del infinito. Los bebés cuidan a los bebés,, cuando dejan de serlo.

El hombre primero trata con más fuerza a la Física, luego la abandona por él. La metafísica o lo que no es. ¿Más allá del ser? ¿Qué es eso? Tiene que ser no ser. Se entiende que es lo que sigue, pero no es más lo que no es que lo que si es. Y menos cuando se empieza a hablar de inconcebibles.

- ¡Mira!- apenas se le entendió – ¡es una casa!

El niño, cuando la vio, le sorprendió haber estado durante tanto tiempo en aquel lugar, sin darse cuenta… Entraron, solo se escucharon ruidos de pararse y sentarse, y algunos otros ruidos que parecían palabras.

Este es el camino de un sueño,

es lo único que puede ser,

solo aquí los saltos son al mismo tiempo columpios,

realmente.

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