lunes, 31 de agosto de 2009

Fuera de lo único

Empezó por necesitar a alguien con quien hablar ya que la soledad eterna había empezado a cansarlo. Para lograrlo primero tenía que llegar a un lugar, al Lugar, a lo Único. Ahí donde pasaban todas las cosas menos él. Podía estar ahí de inmediato, más pronto que el presente, pero era más bien alguien a quien le gustaban las cosas mas o menos planeadas. Llegar al Lugar no era ningún problema, solo es cuestión de cruzar los vórtices sagrados o mejor dicho un poco puros.

- ¿A quién me dirigiré cuando esté? ¿Cual será capaz de describirme mi cara?

Apenas se preguntó esto, alguien fuera de el le contestó. ¡Alguien lo estaba escuchando! Sería alguien de “arriba” o alguien de “abajo”.

- Yo puedo verte la cara Señor – dijo la respuesta.

“Abajo”, pensó. ¿Pero como? Aquí no hay sentidos, ni luz, aquí no se llega. No desde abajo. Entonces, esperando una respuesta que aclarara sus dudas, dijo:

- Dime tu nombre y dime mi cara.

- Mi nombre no me lo has dado y tu cara es varias caras, es uno y dos y tres y cinco y ocho y trece y veintiuno y así y así. Muchas de esas caras se parecen a la mía. Algunas se forman a una gran distancia. Otras se ven ya de cerca. Tienes luz, colores y ausencia, y al contrario de lo que piensas, “donde estas” si hay luz y hasta llegan mis sentidos. Y no crucé por los vórtices con los que te sorprendí pensando. Llego hasta dentro de ti Señor. ¿Cómo es que no sabes mi nombre?

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