lunes, 27 de enero de 2014

Encontré la salida



Encontré la salida, donde empieza el aire limpio, donde se acaba la mentira social, donde termina el aislamiento –la ilusión de aislamiento, porque este también resultó ser falso- donde crecen distintas familias de hongos: blancos, chaparros y gruesos; delgados, altos y cafecitos. Bosque sólo de caballos y vacas. Familias de cactus y familias de arroyos, abuela cascada, resbalando por la delgada pared que cae en silencio todos los días. Mil tipos de caminos, no tantos tipos de plantas… El mundo libre de las ramas, eso es lo que es, silencio que no juzga, silencio que ni siquiera nota nuestra presencia, ni la nuestra ni la de nadie. El mundo libre, el primer mundo, no el último, el nuestro, ese al que le damos la espalda, ese que nos maravilla un instante y luego abandonamos de nuevo. Lo dejamos solo sin nosotros allá en su frío. Regresamos a nuestras cuevas, a nuestros cubos. No, si no es que te me hayas olvidado, no es que me haya rendido contigo, es sólo que ya te tengo, todo es definitivamente mío y si los hongos resultan alucinógenos…

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