lunes, 27 de enero de 2014

Busco la señal del cambio en los quetzaltcoatls blancos del cielo

Busco la señal del cambio en los quetzaltcoatls blancos del cielo, en las serpientes entrando en la vagina de la mujer del cielo que ven los viejos sabios fumantes. Adiós fantasmas incompletos. Adiós a la sangre lloviendo sólo sobre mi cabeza. Ninguna nube, sólo un enorme sol. Mujeres horribles, muy sucias de la mente, recatadas, con los cabellos típicos largos, nadan todos entre sus mentes porque en realidad son una sola cosa.
 Después de todo, son ellos quienes siempre han estado en lo correcto, sólo ellos y nosotros los que somos como ellos, los otros, los que sólo vieron y olvidaron, los que no nacimos ciegos. Símbolos de poder, de ambición de unidad, atardeceres, pelicanos, sangre, sangre en el suelo, en la pared, sangre en la ropa. Los nuevos olmecas o lo que queda  de los olmecas, la selva ya es  pobre, el agua lo devora casi todo, no se cansa de comer.

En lo más enredado de tu cabello blanco,
En esa telaraña de universos sin línea recta,
En esa curva más aguda,
Nada más tú y yo.

Mil años de belleza pura,
Mil años de vida perfecta en la selva,
Mil años de placer
Y mil años sin enfermedad,
Hasta que la serpiente se comió a sí misma,

Sucumbió ante su propia gravedad.

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