Cuento de duna
Una escena que no es necesario explicar, zarpó de un puerto en la orilla del desierto un mediodía anaranjado. Se quedó viendo la playa hasta que desapareció. No quería separarse de su color, pronto todo sería azul. Su canción de despedida la cantó con la ayuda de una trompeta plateada que le había regalado su maestro de música, el señor M. Rebueltas, indistinguible músico progresivo.
Etiquetas: El loco de oro II
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