martes, 5 de octubre de 2010

Surge en espiral,
un rencor que no llega muy lejos,
la sonrisa lo detiene,
lo ahoga con su mirada de lechuza.

Sobre la hierba se asoman los labios sin preguntar.
Saborean sus conjuros,
bajo cejas de lechuza.

Muros que besan muros
corren por las orillas de los átomos,
entibiecen, suavizan y ven,
saben.

Desaparecen las superficies
síntoma inequívoco de que se ha detenido el tiempo.

Con la mano siembra dios árboles viejos.
Con los mismos árboles escarba la tierra.
Despierta su fértil frialdad.
Convierte a la tierra en carne que se siente agua.

Tu eres la ópera de de estas piedras pequeñas.
Eres el llanto divino del sol en mediodía,
pulsa el día y se hace más día,
yo más hombre y más humano,
algo aprendí al ver acción en mis venas,
al ver el movimiento de mis huesos
al mismo tiempo.
Antes de meterse el sol se detuvo y regresó a la mañana a través de un día al revés.

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