La tristeza del cambio
Nada dice, ni lo bueno dice
solo me queda esperar realmente nada
una prisa inútil.
Una necesidad anaranjada y nada,
dura con sus huesos helados.
Y yo aquí con un brazo caliente y el otro a punto de morir.
En la lumbre por mi mismo,
por no saber,
por ver en las montañas a los dioses.
No se que sigue,
supongo que lo que yo quiera.
Querer siempre significa dividirse en dos.
Matar una hoja para hacer que nazca una espina.
No hay a quien preguntar.
No hay a quien le interese.
La lluvia ámbar ausente me deja seca la boca.
Etiquetas: Ballena II
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