martes, 17 de agosto de 2010

El músico de la boina

Por el frío de una nube helada entró el sueño,
la inútil suavidad,
el nuevo si personal,
nuevo estado,
sumergido en las amenazas de los pianos,
en lunas que parecen ser de otros planetas.
Que decepción que todo sea del mismo color.

Llega la explicación de la vieja tortuga:
Te amo y honestamente quisiera que supieras

El gas decide el cielo.
La velocidad decide el gas.
El peso lo cambia todo.

Camino aburrido,
los mismos sonidos de final larguísimo hasta el aburrido silencio.
Usa la contraluz como secreto,
se carcajea,
casi no dice nada pero parece ser hombre.
Se sienta en la barra y disfruta,
ve todas las luces,
los neones y los reflejos.

Pedí un vaso de whisky y me lo sirvieron nomas hasta la mitad,
no reclamé porque no supe si así era.

Ayúdame amigo a escoger uno de mis próximos movimientos.
Perdón si dejo de hablar,
a veces siento que se me va la voz.

Me estoy desesperando más,
lo recordé de nuevo,
me están diciendo los consejos que ya se,
me río de ebrio,
tengo mucho sueño
¿Podré quedarme dormido en este momento?
Los muslos felices se dejan caer al suelo.

¡Estoy en una intensidad!
Empapado en los líquidos del suelo de toda la noche.
Ya quiero tener la capacidad de salir corriendo.
Quiero que se olviden de mi cara pronto.
¿yo de cuantas burradas me acordaré?


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