viernes, 13 de agosto de 2010

La felicidad bisiesta

El sueño azteca de México-Tenochtitlán,
siglos después aún tras la estela de la luna que nos dieron los dioses para divertirse con sus estadísticas.
Ven nuestra vida en franjas,
cemento y piedra,
la hermosa ciudad opaca.
No hay ningún lugar sin césped,
ahí se recuestan los heridos,
las águilas que en los puentes México necesita.

Encerrado espera los cañones
o como se llamen esos monstruos.
Estamos perdiendo la dureza de todas nuestras pieles.
...
...

Lejos de la gloria de tu orgullo,
flor del pacífico,
ave del pacífico,
pez indio.

Nuestros bailes de piedras chocantes de madera.
Vestidos como reyes los árboles con los que caminamos.

Cerca el régimen de guerra,
escondido tras un arbusto invisible.
Su flor y su canto jamás llegó a la ciudad.

Una cara saluda al imperio con su rostro.
Una mujer surgió de la tierra,
con su voz de serpiente embrujo a la antigua raza masculina,
la que es la hija de las piedras.

Corriendo por las piedras...
De piedra, los semidioses que se le arrojaban.
Ya veo las playas sin dueño,
escojo mi valle,
mi paraíso.
el que me dicen los que me quieren que es imposible.

Cuento los pinos,
hago mi casa,
busco mi pescado en la ultralimpieza del agua fresca.

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