miércoles, 21 de marzo de 2012

La madrugada egoista

Espero la sangre, la buena noticia que engendra la noche,
la huida de este encierro blanco tan carente de paz.
Espero que la sangre no se aligere con la lluvia.
Espero que la noche no se quiera volver normalidad.
Espero que haya más estrellas que palabras,
mucho más silencios que gotas de agua.
Que la noche llegue con una galaxia de buenas noticias,
que la nebulosa no llegue sola
y que si llega sola, no se encuentre con la misma madrugada,
eternamente vacía y silenciosa,
sin nada nuevo que decirle,
sin olores agradables que ofrecerle.
Madrugada que nunca termina de amanecer,
madrugada que se aferra a la noche
y que peor aún, sin vergüenza la justifica.
No termina, no deja de hablar de amaneceres,
no deja de cantar quietud,
no deja de honrar todo los vicios.
No deja ser ni a la noche ni a la mañana,
no deja que el sol se levante,
no deja que la luna descanse,
solo está ahí intentando beber y fumar,
hasta que solo quede ella y ninguna estrella,
pero con ganas de que nunca llegue tampoco el sol.

Aún así decretan los dioses que no termine la lluvia,
que lo disponga todo a su antojo el débil frío de madrugada.

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