jueves, 4 de noviembre de 2010

En la caja que me dio Cuauhtémoc

En la caja que me dio Cuauhtémoc,
un viejo poeta guardó unos cantos ahí mismo miles de años atrás.

Cuando Cuauhtémoc abrió la caja escuchó los cantos millonarios de los primeros humanos que salieron de África.

La permanencia se disfraza de silencio para acortar el placer y alargar el sufrimiento.

Respiro y tu puma azul me habla en español dentro de mis pulmones.
A veces te siento vacío.
Te relleno con la caja de Cuauhtémoc,
águila florida de 5 metros,
dormida siempre de tan vieja.

El puma azul se convierte en dos,
me encomiendan el uso de cañones grises,
pueden ser armas miserables o pueden ser el control de la paz.

Un marco psicodélico contiene mi alma.
Mis visiones son digitales de 1980.
Cuadro,
poca definición,
8 o 9 puntos a lo lejos simulan una cara.
Se han ido haciéndose los ladrillos y consecuentemente la imagen se ha vuelto más nítida que la realidad.
¿Qué nitidez desconoceré?

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