jueves, 17 de julio de 2014

Sueño de guerra



La mano que conduce el auto parece conocer el destino de los pasajeros: hombres ya viejos de pelo largo que jamás abandonaron su tiempo. Se quedaron con sus tés y con sus estrellas. Realmente frustrados por no haber nacido en otro planeta, aunque por supuesto aman sinceramente la Tierra.

A veces se iban en una explosión de luz que volvía las noches únicas. El ruido recorría miles de kilómetros con enorme fuerza, destruyo las ventanas de más de cuatro millones de casas.

Al fin se estrelló con el mar que lo enmudeció con una sola ola iracunda capaz de genera el sonido más fuerte que se pueda imaginar.

“En la última explosión perdí a mi esposa y esta vez murió mi niñita, mi bebita de 8 años. Esta muerte, puta, muerta. Para siempre muerta”

El atardecer parecía estar ocurriendo demasiado rápido, el sol parecía llover sobre aquel horizonte que no tenía nada de especial. Esperaba oír cantar a una ballena. Sería un sueño que alguna lo llamara por su nombre. Pero el sol ya casi se va. La canción del día se despide, cierra la playa, de noche se reserva para los secretos. Siguió esperando el canto de la ballena pero se fue triste, sólo la esuchó reir.

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