viernes, 5 de octubre de 2012

El Quetzatcoatl opaco

El tiempo se traga a si mismo
inclinado acelera
se espera a si mismo
espera por su propio regreso.

Los encinos entre los que zumba el viento
reciben amarilla y nueva la mañana.

El minuto se desconcentra por la quietud del ambiente.

Cuerpos que se arrastran
en el pasillo mas bajo del cielo
inmóviles lo pasos
motores retrasados generan gritos y ladridos.

Respira el movimiento
el retorno y el retorno
todos se llenan de oxígeno y se vuelven veloces
se ponen esperanzados
preocupados solo por sus ojos.

Gigantes cuerpos de agua tranquilizan el camino terregoso.

Sigue haciendo ruido el viento
hasta alcanzar los ruidos rojos de las miradas fugitivas.

La muerte durmiente se ofrece al sol con sus absurdos silencios lineales
que de día la mujer vigila
tranquila y mojada con su agua verde en sus momentos mas claros
en los primeros reflejos del día
en las flores de ilusión de la última gota d agua.

El tiempo renace de si mismo al detenerse un poco
su lentitud es óptima
si rapidez es adecuada
necesarias para la apreciación, el azúcar y la tranquilidad.

En un mundo lleno de seres con sus muros y sus esquinas que chocan y rebotan
esquinas que también engranan.

Serpiente de amor diaria, nocturna e infinita
dejarás sobre la gravedad tu última pluma
cuando el cerro azul se ponga verde.

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